martes, 16 de diciembre de 2008

La Ilusión Está Sobreestimada

El amigo de X, Javier, vivía en otra ciudad diferente, se levantaba todos los días a las 6 am, y tenía clases en la universidad a las 8 am. Javier era de esas personas que se distraía oyendo el sonido que hacían las hojas cuando el viento las movía, y que quedaba fascinado por los colores del crepúsculo.

Toda la semana había transcurrido con la rutina mañanera de siempre, pero llegó el viernes y Javier se despertó más temprano que de costumbre ya que quería pasar a comprar el periódico y unas revistas, él a veces hacía eso, pero también tenía muchas ganas de ver a la persona que atendía el kiosco. Se despertó a las 5:20 am, el puesto de periódicos al que raramente iba pero que le encantaba quedaba especialmente lejos, y tenía que tomar caminar al menos 20 minutos para poder llegar allí.

En su camino, Javier miró como la oscuridad cedía lentamente espacio a la tenua y hermosa luz del amanecer, el aire se sentía frío y le rozaba la piel del rostro con fuerza y delicadeza. Él caminaba y caminaba y la gente pasaba a su lado pero él estaba ajeno al mundo escuchando el sonido de los árboles y autos que pasaban cerca, así como murmullos de personas a las que él no veía pero que parecían estar cerca de él. Caminaba por la acera, en una gran avenida, decidió tomar un atajo por una vereda que daba hacia un parquecito infantil que parecía que nadie visitaba nunca a excepción de los Domingos. Caminó por allí, se sentía impaciente por llegar al kiosco de periódicos y ver a esa persona que le gustaba.

Javier caminó y mientras se iba acercando al parque sentía que la temperatura descendía, a cada paso que daba un grado bajaba. Al llegar al parque notó que todo estaba solo como siempre, siguió caminando, luego oyó un ruido, y volteó a mirar hacia el parque y observó a dos imponentes figuras negras que se lanzaban algo entre ellas, no podía distinguir a esos dos seres, sólo podía ver que eran de estatura considerable. Aceleró el paso y ya casi terminaba la vereda y ya en unos 5 minutos estaría en el kiosco calculó él. Siguió caminando y caminando, dio con el kiosco, allí estaba la persona que le gustaba.

Tomó un periódico y dos revistas, él no se fijó ni siquiera en lo que agarraba, cuando la persona le pidió lo que tomó para poder ver el precio y cobrárselos, se sonrió un poco, Javier había tomado una revista de manualidades y una cosmopolitan, y él se sonrojó más de lo que ya estaba y le dio el dinero. Le dio el vuelto y Javier empezó a andar apenado, pero la persona le alcanzó y le dijo que no tuviera miedo, él también le gustaba. Le pidió el número a Javier. Se despidieron.

Javier empezó a caminar y cuando ya iba de nuevo por la vereda, aún solitaria, sintió calor, como que a cada paso que daba aumentaba un grado la temperatura. Se sintió raro, la vereda derepente terminaba en el parque, habían muchas figuras oscuras y que empezaban a acercarse a Javier desde el parque, el gritó y corría pero no podía moverse del sitio en el que estaba, las paredes de los edificios se caían, se sentía frustrado, no podía moverse. El suelo empezó a tragárselo, él gritaba y gritaba, pero nadie parecía querer ayudarlo, las figuras negras se acercaban, ya estaba hundido hasta el cuello.

Derepente todo fue oscuridad por un rato, Javier estuvo consciente en el vació negro, luego perdió la consciencia. Javier luego empezó a sentir que lo tocaban, abrió los ojos, vio a muchas personas preocupadas, él gritó, y luego alguien le explicó que mientras pasaban por el parque, dos chicos jugaban a atrapar la pelota, pero en una oportunidad uno de los chicos lanzó la bola tan duro que le pegó en la cabeza y se desmayó por un rato, le dijeron que ya habían llamado a la ambulancia.

Javier miró hacia el cielo, había soñado, pero no recordaba nada, una lágrima le salió y le recorrió la mejilla....

No hay comentarios: